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Adictos al bisturí: de la estética a la obsesión
Las cirugías plásticas han dejado de ser un lujo. Muchas personas acceden a
ellas para reforzar su autoestima. Sin embargo, algunas traspasan esa barrera y
persiguen un modelo de perfección irreal y patológico. ¿Cómo detectarlo?
La asociación entre intervenciones quirúrgicas estéticas y frivolidad surge casi
espontáneamente. Pero lo cierto es que, bien entendida, esta rama de la medicina
puede ayudar a muchas personas a superar complejos que le impiden desarrollarse
plenamente. En algunos casos, rasgos tales como una nariz aguileña u orejas
grandes -por mencionar algunos ejemplos- pueden llevar a una persona a padecer
problemas de relación o fobia social.
Por eso, lo importante es entender a la cirugía como un medio para el normal
desenvolvimiento y no como la solución en sí misma. Estas ayudan a que el
paciente se sienta más cómodo con su propio cuerpo y, a partir de eso, comience
a funcionar con armonía en los demás aspectos de su vida.
Según el doctor Marcelo Bernstein, cirujano plástico, existen diferencias muy
claras entre los cambios lógicos que el paciente puede solicitar y cuando se
trata de un capricho o de una obsesión. Según el especialista, muchas veces se
buscan transformaciones desmedidas, imposibles de lograr por un medio
quirúrgico. "Por ejemplo, hay personas que quieren tener una nariz muy pequeña y
su estructura ósea no lo permitirá jamás. De la misma manera, otras llegan al
consultorio con 120 kilos y pretender abandonar el quirófano con sólo 70, a
través de una lipoescultura".
En algunas ocasiones, también es necesario que el experto haga uso tanto de su
ética como de su sentido de la estética, valga el juego de palabras. "Cuando se
acerca una mujer que quiere tener los pechos de Luciana Salazar, yo debo
informarle que eso puede provocarle problemas de columna, además de no ser para
nada armónico. Muchas pacientes que se hacen una reducción mamaria, se sacan la
mitad de los implantes que la actriz tiene colocados", advierte el doctor
Bernstein.
Ética versus estética
Sin embargo, según el especialista, para muchas mujeres, este tipo de cirugías
son verdaderas necesidades. "Contrariamente a lo que se cree, la mayoría no
busca una voluptuosidad excesiva sino acorde a su cuerpo o sencillamente
intentan reparar los cambios negativos producto del paso del tiempo, por
ejemplo, luego de darle de mamar a sus hijos", agrega.
"No hay que olvidar que, ante todo, el cirujano plástico es un médico. Por eso,
en una primera visita, el profesional deber realizar un examen clínico y
psicológico del paciente. De ser necesario, además, se solicitan interconsultas",
señala Bernstein.
Una vez superado el miedo a "padecer" dolor los días posteriores a la
intervención, surge otro interrogante. ¿Cómo lograr que el resultado de la misma
se vea natural y no como un diseño multiplicado hasta el hatazgo, como cuadros
de Andy Warhol?
Según Marcelo Bernstein, esto depende de habilidad del cirujano, de su
conocimiento anatómico y por sobre todo, de sus cánones estéticos. Para él, ante
todo el médico deber ser un artista, que tiene que saber modelar, esculpir.
Según Bernstein, "cuando una persona es sometida a una rinoplastia, el resultado
tiene que ser natural. Lo ideal es que los amigos y los familiares no noten que
el paciente fue operado, sino que confundan el cambio con un corte de pelo o el
haber adelgazado. Para logar esto, cada nariz modificada debe estar acorde a su
cráneo y demás facciones". El cirujano destaca la importancia de esto: "la cara
es la carta de presentación y la nariz es lo primero que se ve, ya que sobresale
del resto de los rasgos".
El riesgo de querer más
Para Marcelo Bernstein existe la posibilidad de que un paciente se haga adicto a
las cirugías estéticas, en el mismo grado que alguien puede ser dependiente de
la comida, del alcohol o del juego. "Es responsabilidad del médico detectar
cuando esto se transforma en una patología y decidir si operar o no", concluye.
También, detrás de ese afán desmedido e ilógico por "mejorar" alguna
característica corporal puede esconderse algo más que una autoestima en caída
libre. A veces, se trata de un cuadro psiquiátrico denominado dismorfofobia,
relacionado estrechamente con el llamado trastorno obsesivo-compulsivo y las
ideas delirantes, similares a las que padecen las anoréxicas -que pueden estar
raquíticas, pero se ven gordas-.
Lo cierto es que si bien la belleza física siempre ha sido valorada y alabada,
en la actualidad ha cobrado una importancia suprema, especialmente en la cultura
occidental. Por ello, es fundamental la ética aplicada por cada profesional y la
contención que le brinde a sus pacientes, como individuos.
Dependiendo del equilibrio emocional de cada uno de ellos, de su madurez y de la
lógica del pedido que se realice al cirujano, el cambio físico será -o no- el
punto de partida hacia una vida más plena.
También es importante reflexionar sobre otras alternativas a las intervenciones
estéticas: aceptar la edad, sentirse orgulloso de las asimetrías de la propia
anatomía, hacer ejercicio regularmente, mantenerse activo, mejorar la forma de
alimentarse y, principalmente, no darle a la estética más importancia de la que
realmente tiene.
Télam